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miércoles, 3 de agosto de 2011

El binomio fantastico: Florencia (mariposa y anteojos)

El anciano la interrogo otra vez. Cree que su insistencia cambiaria el efecto de las
Cosas. Se apoyo en la baranda de arabescos con forma de espirales.
El día anterior también había tocado el timbre de la casa.
Respiraba con dificultad. Debía padecer asma. Era delgado como hoja de papel.
Aseguraba que aquí vivió su hija Florencia. Hace treinta años que no la veía.
Le explico todo lo que sabía una vez más. Había comprado la propiedad después de la pérdida de un familiar querido, de todos modos ignoro todo lo que esa mujer le dijo.
Él insistía. Le muestro una foto colores sepia de su hija con una muñeca con forma de mariposa con anteojos. Así la llevaba a la mariposa a esa edad.
Hacia tintinear unas monedas en el bolsillo de su abrigo.
Hablaba un italiano muy cerrado. Llevaba un papel con mi dirección.
Sus ojos se notaban agotados.
Mechones de pelo blanco se movían al ritmo de sus vocablos.
Llevaba la mariposa de los anteojos que aparecía en la foto.
-Abuelo, debe haber una confusión.
Quiere pasar y cerciorarse.
Tomo la decisión. – Adelante- le dijo.
Sus ojos se pasearon con lentitud por los objetos, esperaba que apareciera algo que lo sorprendiera.
Tomo la mariposa de cristal que adornaba el comedor y me explico que ese cristal es de Morano.
Asombrada, le dijo que lo había comprado con mi amiga en Italia.
La mucama trajo una taza de café y galletas de sémola.
Tenían el sabor de las que amasaba su mujer. Los vecinos sentían el aroma a vainilla desde sus hogares.
Una lágrima pequeña, apenas visible, se deslizo por su mejilla. Se convirtió en un retacito de diamante que refracta la luz del sol.
-Si sabe algo de mi hija, llámeme. Le entrego una tarjeta de la pensión. El sábado vuelvo a Italia si no la encuentro. En el pueblo me ayudaron con la plata para el pasaje. Lo dice como un general que sabe de antemano que perderá la batalla.
Se retiraba, tomo a la pequeña mariposa y salió. Tomaba el camino hacia la estación. Dolía su desesperanza. Hace daño su pena. Cerró la puerta.
Al rato me miro en el espejo del recibidor y al darme la vuelta vi que aparecía un pequeño peluche con forma de mariposa con anteojos y me dijo:
-¿No te acuerdas de mí? ¿De nuestros ratos juntos? ¿De tus padres?
En ese momento empezaron a venir imágenes extrañas a mi cabeza, empezaba a recordar las tardes jugando con esas bellas mariposas en el jardín de la casa donde paso la infancia junto a mis queridos padres.
-Yo soy yo, soy yo la hija que no ve hace 30 años dije. Corrí al teléfono.
-Hola Dr. Ramos. ¿Cómo está usted? Hoy me acordé de tomar la dosis elevada.-dijo la mujer
-La felicito. Veo que esa memoria va mejorando, Florencia. – dijo el doctor.

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